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Relatos sexuales: La morocha de la calle Beiró

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Por «El aprendiz»

En uno de mis tantos trabajos, una vez tuve uno por el barrio de Devoto. En ese lugar formé un inolvidable grupo de amigos con los que aparte de compañeros, solíamos salir los fines de semana.

Recuerdo que uno de mis amigos tenía el dato de un burdel en la calle Beiró, y en una época se le hizo costumbre al grupo terminar cada salida en ese lugar. Yo fui una sola vez.

Me acuerdo que era una casa antigua, con una escalera de madera que conducía a un hall central y luego a un pasillo con varias puertas altas dobles también de madera que daban a las habitaciones. El día que fui estaba con 2 amigos más de este grupo, una amable señorita nos recibió y a cada uno nos hicieron pasar a una habitación diferente.

Recuerdo el calor que hacía dentro de esa habitación, con una cama doble que tenía un gran acolchado y luces rojas. Me quede esperando un buen rato, algo nervioso e impaciente, hasta que por la puerta entró una chica de lo más simpática.

No recuerdo su nombre, pero tengo presente su imagen, era petisa, morena y morocha de voz finita, con unos ojos grandes y muy lindos. Me preguntó si quería ver a otra chica o estar con ella, a lo que no dudé y le dije que se quedara conmigo.

Ella estaba parada frente a mi semi desnuda, me acerqué y le empecé a acariciar la espalda mientras mis manos bajaban al mismo tiempo que le empezaba a besar su cuello. Ella también se prestó al juego y comenzó a pasarme su lengua por mi oreja y continúo bajando. Luego de un rato de coqueteo comenzamos a besarnos apasionadamente para continuar haciéndolo en la cama.

Me puse de rodillas mientras ella me pasaba su lengua por el pene mientras me miraba fijo. Como estaba agachada, aproveché a inclinarme hacia delante y lamerle las nalgas, y sin mediar nada más le pedí hacerle el culo, a lo que me respondió “si, pero despacito”.

La puse en cuatro y comencé suavemente, cuándo ya estaba listo le pregunté si iba bien y al decirme que sí comencé sin freno y muchas ganas. Esa mujer era pocos años más grande que yo, pero tenía la sensación de que le gustaba estar con un chico como yo, me decía que si a todo y tenía mucha simpatía.

De a poco se fue inclinando hacia abajo hasta quedar totalmente recostada mientras yo seguía y podíamos vernos las caras de nuestro disfrute por un espejo. Ella gemía cada vez más mirándome fijo a través del espejo hasta que me hizo acabar.

Luego fui a abrazarla y besarla mientras le acariciaba su pelo y me dispuse a vestirme a lo que ella me dijo “¿no querés uno más y me acabás donde quieras?”. No podía creer lo que estaba pasando, casi que esa chica estaba fascinada de estar conmigo, lo disfrutaba y me quería hacer sentir bien.

Ella se sentó al pié de la cama y me paré delante de ella mientras me empezaba a chupar. Al final agarró mi pene con una mano mientras me pasaba la lengua por los testiculos y al avisarle que estaba por acabar se llevó mi pene hacia sus tetas. Cuándo acabé, siguó lamiéndome el pene mientras tragaba y me miraba fijo. Quedé fascinado con esa chica, su recuerdo lo tuve presente durante muchos días.

Me despidió pidiéndome que si alguna vez volvía, que pida por ella.