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Escorts Once

Relatos sexuales: Sheyla, la Escort de Once

Escorts Once - Luxamons.com

Por “El Caballero Azul”

Hay escorts que están siempre, hay otras que vienen y van. Esta es una historia de una escort que vi una sola vez, suficiente para no olvidarla, pero que desapareció y no volví a saber de ella.

Cómo tantas veces lo hice, un día elegí una escort al azar. Simplemente me gustaron sus fotos, lo único especial que podría decir de ella en esas primeras impresiones era que no ocultaba su rostro, y me había gustado tal cuál se presentaba.

En esas imágenes se la podía ver tal cuál era, morocha, de buen cuerpo, con ropa interior lila y un fondo blanco que permitía apreciarla completamente. Se hacía llamar Sheyla, y me decidí por ir a conocerla.

Nunca había ido a visitar a una escort al barrio de Once. Fue un día de semana de verano, el calor y el tumulto de gente agobiaban, esto no ayudaba a levantar mis expectativas hasta que entre mensaje y mensaje noté una muy buena predisposición por parte de ella. Recuerdo que me había preguntado mi nombre y me hablaba como si me conociera, era un buen indicio.

Como un invisible entre la multitud, le toqué timbre en su casa de la Avenida Rivadavia, lugar altamente transitado, pero que con su condición de lugar de paso, las personas estaban inmersas en sus realidades, poco propensos a la indiscreción de ver que hacía alguien como yo.

Quién me abrió fue su compañera, de pocas palabras y nada agraciada por cierto. Hasta en un momento pensé que había caído en una trampa y sería ella quién me recibiría, pero al pasar un largo pasillo, subir por un ascensor e ir hacia el fondo de una casa con patio entre antigua y con cierta arquitectura de conventillo de otros tiempos, la señorita me dijo que pase por una puerta, que allí estaría Sheyla esperándome.

Entré a una habitación de puerta doble, piso de madera, pequeña con un espacio en el centro, en un costado había un mueble con una tele y al lado un pequeño aire acondicionado de esos que se pueden trasladar de un lado al otro, En el otro lateral de la habitación, una cama de plaza y media pegada a la pared y allí estaba Sheyla, acostada de cuerpo entero en pose de costado con un brazo y una mano sosteniendo su cabeza mientras miraba la tele. Se puso de pié, me saludó con una sonrisa y pude apreciarla enteramente.

Sheyla era una morocha alta, de pelo lacio con flequillo que le llegaba hasta los hombros, tenía el punto exacto de robustes, con grandes pechos, flaca y una hermosa cola. Su piel morena era suave y llamaba a recorrerla y acariciarla. Sin intercambiar demasiadas palabras no solo me había gustado, sino que también me había caído bien, intuía que era una persona hasta con la que se podía intercambiar algo más allá que sexo. En ese momento necesitaba darme un respiro para estar listo, le pedí pasar al baño para así volver y estar fresco para la acción.

A mi vuelta no me importaba nada, la abracé de su cintura y me acerqué para besarla, ella accedió y nos fundimos en un beso que nos hizo subir la temperatura. Nos acostamos en la cama y comencé a recorrer todo su cuerpo con mis labios y mi respiración, disfrutándola a través de su cuello, sus pechos y todo lo más bajo que mis ansias me permitieran.

No aguanté y la puse en 4, empecé suavemente para moderar mis ganas y saber como lo iba a disfrutar ella. No estaba pensando solo en mi, quería que ella también lo haga porque era algo que me excitaba mucho. Ella giro su cara y me gemía mientras me miraba tímidamente, fui tomando cada vez más velocidad hasta que le pedí que lo hagamos contra el mueble de la mesa, ambos de pié, mientras la abrazaba con muchas ganas y pasión a la par que sus gemidos iban subiendo en tono. Por un momento se me cruzó que su amiga que estaba en la habitación contigua y me excitaba que ella estuviera escuchando como a esta altura hacíamos el amor.

Acabé mientras le corría el pelo y le besaba su cuello, acariciándole toda esa piel suave que tanto me podía.

Cuándo terminamos, me ofreció agua y compartimos una breve charla sobre nosotros. A esta altura estaba fascinado con ella físicamente, pero no porque tuviera algo especial, al contrario, era muy normal, pero algo de mis gustos personales me atraía de como era ella. También me pasó lo mismo al hablar, era muy común, normal y con quién se puede compartir desde una charla como esa hasta juntarnos a tomar unos mates en una plaza o salir a pasear una noche.

Al final de nuestro encuentro me regaló un masaje que no voy a olvidar jamás, con sus dedos comenzó a masajearme la ingle y a succionarme suavemente hasta hacerme acabar en su boca. Ella estaba muy predispuesta, había química.

Se hizo la hora, ducha mediante me vestí y nos saludamos con un beso. Ella me bajó a abrir y me saludó por mi nombre. No quedamos en nada, pero me fui de ahí contento, inconscientemente pensando en una próxima vez.

La tuve siempre en mi teléfono, cada tanto recorría mi agenda para ver su foto, pero el tiempo pasó y no la volví a visitar. Un día primero desapareció su foto, luego ya no se le podía enviar mensajes, y no había quedado rastro de ella en ningún lado.

Esta historia fue hace mucho, mucho tiempo, pero nunca pude olvidar a esa mujer. Siempre conservo la esperanza de algún día encontrarla en algún lado o que vuelva a aparecer. Conservo en mi memoria no solo los detalles de nuestro único encuentro, sino de su rostro, su sonrisa y sus formas, Sheyla fue una mujer que me pareció agradablemente hermosa.

Cuándo la vuelva a encontrar, sueño con invitarla a salir y que pasemos un hermoso momento juntos y que esta vez, no perdamos más el contacto.