Por “El caballero azul”
Nunca fui tímido ni miedoso en cuestiones del sexo y el amor, pero una vez me pasó algo que me desequilibró las emociones. Tenia una amiga, una muy buena amiga, a la que no podía ver de otra manera, pero en una noche de charlas y borrachera, fuimos más allá y nos besamos con tanta fuerza, que nos dimos cuenta de nuestras ganas acumuladas.
Pero a no confundir, quedó claro para los dos que todo era en el marco de la amistad y hasta nos gustaba la idea de sacarnos cierto peso de encima y querernos como amigos también de esa manera, siempre teniendo los dos las cosas claras y haciendo cierto equilibrio en las emociones para no confundirnos. Mi problema no era ese, yo sabía que el siguiente paso inevitablemente, era que en algún momento íbamos a tener sexo, y eso me preocupaba.
Sentía que debía hacerlo, que no podía fallar, pero a esta amiga no la veía como una hembra mas y temía tropezar en un arte que domino, por el hecho de pensar demasiado en la persona y no en su cuerpo de manera netamente sexual.
Afortunadamente, de mis giras y aventuras conociendo a las más bellas escorts, tenía otro tipo de amiga en un lugar solo conocido por ella y yo, en la zona norte de Buenos Aires.
Su nombre: Lilian, y para mi era esa escort con la que podía hablar de la vida, y aparte, tener sexo. Su personalidad amigable y entendedora, conocía un montón de cosas de mí por nuestras charlas en confianza y al mismo tiempo me aconsejaba muchas veces. Una y otra vez nos encontrábamos por lo agradable que era hablar y estar juntos.
Si bien di vueltas en mi cabeza al asunto, dejé pasar un tiempo e hice todas las cosas que se me ocurrieron para sacarme la presión de encima, la decisión mas acertada que tomé fue haber ido a visitar a Lilian y contarle todo.
No me habló o al menos no me aconsejó con palabras, sino con sexo. Esa noche que la fui a visitar, Lilian me hizo el amor, primero para sacarme el stress y la presión, y luego en una danza de pasión, me enseñó tres secretos con los que me fui de ese lugar como si hubiera conseguido el santo grial, listo para enfrentar lo que tanto me daba vueltas en la cabeza.
No los voy a revelar, pero me voy a limitar a describirlos:
El primero, era una forma de hacer previa, calculando el tiempo, la respiración y el recorrido por los cuerpos.
El segundo tenía que ver con una técnica para practicar un sexo oral distinto a una mujer, una forma casi infalible para que probablemente vuele de placer.
Y lo tercero, fue algo que me dio para que tome un rato antes, no era la reconocida pastilla, era otra cosa, pero que iba a garantizarme que cuando lo tome, iba a estar en estado de pasión salvaje, dándome confianza y sin lugar para la falla.
Lo que pasó luego con mi amiga, es historia para otro capítulo. Cierro el relato limitándome a festejar por esas mujeres y esas escorts, que al pasar por nuestros cuerpos nos hacen mejores amantes. Amo a esas mujeres que no son solo sexo vacío, sino que nos transforman y nos elevan.